Más yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.
(Juan 5:36) RVR1960
1. Entender que somos enviados por Dios: Algunas personas piensan que el llamado al ministerio es dado por un hombre o por alguna iglesia; sin embargo, el Señor Jesús dejó muy en claro que es Dios mismo quien nos envía a hacer Su Obra. Como el llamamiento al ministerio no viene de los hombres, sino de Dios, debemos darle el lugar prioritario que debe tener.
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
(Juan 6:38-39) RVR1960
2. No hacer nuestra voluntad sino la del Padre: Una persona enviada no está buscando sus metas o sueños personales, sino que trabaja únicamente para engrandecer el Reino de Dios. El Señor nos reveló de manera explícita Su voluntad:
· Que vivamos en santidad (1 Tesalonicenses 4:3)
· Que ayudemos a que todas las personas lleguen al arrepentimiento (2 Pedro 3:9)
Así que una persona que ha sido enviada debe enfocarse en su propia vida, que su carácter verdaderamente refleje a Cristo; y en la obra de Dios, en trabajar para que muchos se arrepientan de sus pecados y conozcan al Señor Jesús como su salvador.